El autor da por definitivamente resuelto el
problema del toxpiro; el toxpiro está pronto a las pruebas triunfadoras: el
autor lo ha visto «rasgar gallardamente los aires.» «A dos, a cuatro, a seis
kilómetros, con velocidades reguladas a voluntad», añade, «enormes cantidades
de dinamita podrán ser lanzadas contra un obstáculo cualquiera. ¿Se comprende
todo el alcance de la revolución que va a inaugurar la nueva arma? La marina de
guerra cambiará por completo; los acorazados serán inútiles. Desde la costa,
desde un lanchón, un toxpiro hará estallar la dinamita contra sus recios blindajes
y los blindajes volarán en pedazos. España volverá a ser poderosa: Gibraltar
será nuestro: las grandes potencias solicitarán nuestra alianza. Y la vieja
águila bifronte tornará a revolar majestuosa por Europa…»
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