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jueves, 2 de agosto de 2012

los otros.16. philip k. dick 3


EQUIPO DE AJUSTE. Philip K. Dick

Era una mañana luminosa. El sol brillaba sobre los jardines y aceras mojados, y se reflejaba en los centelleantes coches estacionados. El funcionario caminaba a toda prisa, mientras pasaba las páginas del manual de instrucciones con el ceño fruncido. Se detuvo un momento frente a la casa de estuco verde. Subió por el camino privado y entró en el patio trasero.
    El perro dormitaba dentro de su cabaña, dando la espalda al mundo. Sólo se veía su gruesa cola.
   —Por el amor de Dios —exclamó el funcionario, con los brazos en jarras. Golpeó ruidosamente el sujetapapeles con su lápiz mecánico—. Despierta, tú.
    El perro se removió. Asomó la cabeza por la puerta de la cabaña, bostezando y parpadeando. —Ah, eres tú. ¿Ya? Volvió a bostezar. —Importantes acontecimientos. —El dedo del funcionario recorrió con habilidad la hoja de control del tráfico—. Esta mañana ajustarán el sector T137. Empezarán exactamente a las nueve en punto. —Consultó su reloj de bolsillo—. Una alteración de tres horas. Acabarán a mediodía.        
    —¿T137? No está lejos de aquí.
   Los finos labios del funcionario se torcieron en una mueca de desdén. —En efecto. Demuestras una sorprendente perspicacia, mi peludo amigo. Quizás puedas adivinar qué hago aquí. —Nos superponemos a T137. —Exacto. Hay elementos de este sector implicados. Cuidaremos que se acomoden adecuadamente cuando empiece el ajuste. —El funcionario miró la casa de estuco verde —. Tu tarea concreta concierne al hombre que vive ahí. Trabaja como empleado en una empresa situada en el sector T137. Es esencial que llegue a su centro de trabajo antes de las nueve.
    El perro examinó la casa. Las persianas estaban levantadas, y la luz de la cocina encendida. Tras las cortinas de encaje se vislumbraban formas borrosas que se movían alrededor de una mesa. Un hombre y una mujer. Estaban tomando café.
    —Esos son —murmuró el perro—. ¿Has dicho el hombre? No va a sufrir ningún daño, ¿verdad?
   —Por supuesto que no, pero tiene que llegar pronto a su oficina. Por lo general, no sale de casa hasta pasadas las nueve. Hoy debe marcharse a las ocho y media. Tiene que encontrarse en el sector T137 antes que empiece el proceso; de lo contrario, no quedará alterado a fin de coincidir con el nuevo ajuste. —Eso significa que debo llamar —suspiró el perro. —Exacto. —El funcionario consultó su hoja de instrucciones—. Has de llamar a las ocho y media en punto. ¿Entiendes? A las ocho y media. Ni un segundo más tarde. —¿Y qué se logrará con eso?
    El funcionario hojeó el manual de instrucciones y examinó las columnas en clave. —Dará como resultado un Amigo Motorizado, para que le lleve en coche al trabajo. — Cerró el libro y se cruzó de brazos, dispuesto a esperar—. Así llegará a la oficina con casi una hora de adelanto. Es una cuestión de vital importancia.
    —Vital —murmuró el perro. Se tendió en el suelo, con medio cuerpo dentro de la cabaña. Cerró los ojos—. Vital. —¡Despierta! Hay que ser puntual. Si llamas demasiado pronto o demasiado tarde... —El perro cabeceó, adormilado. —Lo sé. Lo haré bien. Siempre lo hago bien.

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