EQUIPO DE AJUSTE. Philip K. Dick
Era una mañana luminosa. El sol brillaba sobre los jardines y aceras
mojados, y se reflejaba en los centelleantes coches estacionados. El
funcionario caminaba a toda prisa, mientras pasaba las páginas del manual de instrucciones
con el ceño fruncido. Se detuvo un momento frente a la casa de estuco verde.
Subió por el camino privado y entró en el patio trasero.
El perro dormitaba dentro de su cabaña, dando la espalda al mundo. Sólo se
veía su gruesa cola.
—Por el amor de Dios —exclamó el funcionario, con los brazos en jarras.
Golpeó ruidosamente el sujetapapeles con su lápiz mecánico—. Despierta, tú.
El perro se removió. Asomó la cabeza por la puerta de la cabaña, bostezando
y parpadeando. —Ah, eres tú. ¿Ya? Volvió a bostezar. —Importantes
acontecimientos. —El dedo del funcionario recorrió con habilidad la hoja de
control del tráfico—. Esta mañana ajustarán el sector T137. Empezarán
exactamente a las nueve en punto. —Consultó su reloj de bolsillo—. Una
alteración de tres horas. Acabarán a mediodía.
—¿T137? No está lejos de aquí.
Los finos labios del funcionario se torcieron en una mueca de desdén. —En
efecto. Demuestras una sorprendente perspicacia, mi peludo amigo. Quizás puedas
adivinar qué hago aquí. —Nos superponemos a T137. —Exacto. Hay elementos de
este sector implicados. Cuidaremos que se acomoden adecuadamente cuando empiece
el ajuste. —El funcionario miró la casa de estuco verde —. Tu tarea concreta
concierne al hombre que vive ahí. Trabaja como empleado en una empresa situada
en el sector T137. Es esencial que llegue a su centro de trabajo antes de las
nueve.
El perro examinó la casa. Las persianas estaban levantadas, y la luz de la
cocina encendida. Tras las cortinas de encaje se vislumbraban formas borrosas
que se movían alrededor de una mesa. Un hombre y una mujer. Estaban tomando
café.
—Esos son —murmuró el perro—. ¿Has dicho el hombre? No va a sufrir ningún
daño, ¿verdad?
—Por supuesto que no, pero tiene que llegar pronto a su oficina. Por lo
general, no sale de casa hasta pasadas las nueve. Hoy debe marcharse a las ocho
y media. Tiene que encontrarse en el sector T137 antes que empiece el proceso;
de lo contrario, no quedará alterado a fin de coincidir con el nuevo ajuste.
—Eso significa que debo llamar —suspiró el perro. —Exacto. —El funcionario
consultó su hoja de instrucciones—. Has de llamar a las ocho y media en punto.
¿Entiendes? A las ocho y media. Ni un segundo más tarde. —¿Y qué se logrará con
eso?
El funcionario hojeó el manual de instrucciones y examinó las columnas en
clave. —Dará como resultado un Amigo Motorizado, para que le lleve en coche al
trabajo. — Cerró el libro y se cruzó de brazos, dispuesto a esperar—. Así
llegará a la oficina con casi una hora de adelanto. Es una cuestión de vital
importancia.
—Vital —murmuró el perro. Se tendió en el suelo, con medio cuerpo dentro de
la cabaña. Cerró los ojos—. Vital. —¡Despierta! Hay que ser puntual. Si llamas
demasiado pronto o demasiado tarde... —El perro cabeceó, adormilado. —Lo sé. Lo
haré bien. Siempre lo hago bien.
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