«La pobreza global huye, no porque la persiga la riqueza, sino porque ha sido expulsada de un campo agotado y transformado [...]. »La tierra que cultivaban, adicta al fertilizante y al pesticida, ya no produce un excedente que vender en el mercado. El agua está contaminada, los canales de riego están encenagados, el agua de los pozos está envenenada y no es potable [...]. El Gobierno les quitó el terreno y ha construido en él un centro turístico costero o un campo de golf, o, bajo la presión de los planes de ajuste estructural, lo ha dedicado a la exportación de más productos agrícolas [...]. No se habían reparado los edificios de las escuelas. Se había cerrado el centro de salud. Los bosques -de donde la gente siempre había recogido combustible, fruta y el bambú con el que reparaban sus casas- se habían convertido en zonas prohibidas, vigiladas por hombres vestidos con el uniforme de alguna compañía semimilitar privada».2
2. Véase Jeremy Seabrook, "Powder keg in the slums", The Guardian, 1 de septiembre de 2004, pág. 10 (fragmento del libro Consuming Cultures: Globalization and Local Lives).
Zygmunt Bauman. Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre. Ensayo Tusquets Editores.
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